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CuentosDeDonCoco - 2010. Con la tecnología de Blogger.

AYAYMAMA

Esta lectura me encantó, y se las comparto a ustedes, seguro que les encatará
Hace muchos siglos, en la espesura de la selva, en los márgenes de un afluente del río Napo, que desemboca en el Amazonas, existía la tribu Secoya, del cacique Coranke. Los indígenas de esa zona vivían en cabañas de tallos de palmeras, techados con hojas de la misma planta.

AYAYMAMA
El cacique Coranke tenía una hermosa esposa llamada Nara y una hijita, a quienes amaba con toda el alma. El era un hombre muy valiente y fuerte, continuamente estaba en la selva cazando y guerreando. Tenía una puntería extraordinaria, donde ponía el ojo clavaba la flecha.

Nara era muy trabajadora, su cabellera lucía la negrura del ala del paujil y su piel la suavidad del cedro pulido. Era experta en hacer túnicas y mantas de hilo de algodón, conocía el arte de trenzar hamacas, modelaba ollas y cántaros de arcilla. Cultivaba maíz, yuca y plátanos en una chacra cerca a su cabaña.
Su hijita muy pequeña tenía la belleza de Nara, era una hermosa flor de la selva.

El genio maligno de la selva, el Chullachaqui, con figura de hombre, pero con un pie humano y una pata de cabra, era el azote de los indígenas y de los cazadores blancos que se internaban en la selva para extraer el caucho o para cazar lagartos y anacondas, de los cuales aprovechaban sus pieles. Los cazadores eran ahogados por el Chullachaqui en las lagunas o ríos, o también los extraviaba en la selva y los hacía atacar por medio de las fieras salvajes.

Un día, el genio malo paso cerca de la casa de Coranke y al ver a Nara se enamoro de ella, y se convirtió en pájaro. Con esta apariencia pudo estar cerca a su amada; pero pronto se canso de esta situación, entonces se internó en la selva mato a un indígena para quitarle su túnica con la cual se vistió, ésta le cubría todo el cuerpo. Luego a un niño le quito su canoa y se dirigió a la aldea de Coranke. Al ver a Nara le declaro su amor, pero ella no lo acepto porque amaba a su esposo; Chullachaqui le rogo y le lloro pero ella no cedió, todo cabizbajo se retiro a su canoa y se perdió en las aguas del río.

Nara observo que una de las huellas de la pisada del hombre era la de una cabra y por eso se dio cuenta que se trataba del Chullachaqui, sin embargo le oculto lo ocurrido a su esposo.

Después de seis meses se apareció en la aldea un hombre adinerado, vestía una lujosa túnica, tenia adornada la cabeza con vistosas plumas y con grandes collares en el cuello, fue con dirección a la cabaña de Nara. Al verla le declaró su amor y le ofreció mil regalos, diciéndole: "Ven conmigo y todo será tuyo". En una mano el maligno tenía un guacamayo blanco y en la otra un paujil.


Nara sigilosamente había observado las huellas de este personaje y se dio cuenta de que se trataba de Chullachaqui. Serena le respondió: "Veo que eres poderoso, pero por nada del mundo dejaré a Coranke".

El Chullachaqui furioso dió un grito y salió la anaconda del río; dio otro grito y apareció el jaguar del bosque.

- ¿Ves? - le dijo el maligno - yo mando en toda la selva, todos los animales me obedecen, te matare si no vienes conmigo. - No me importa - respondió Nara.
- Mataré al cacique Coranke.
- El preferiría morir – replicó Nara.
- Te podría llevar a la fuerza ahora, pero serias infeliz conmigo. Volveré dentro de seis meses y si te rehúsa te mandaré un castigo más grande.

El Chullachaqui se retiró con sus dos animales, sus regalos y se subió a la canoa, navegando río abajo.

Cuando regresó Coranke de la cacería, Nara le contó lo sucedido. Este decidió permanecer en su casa hasta el regreso de Chullachaqui. Coranke templó un arco y comenzó a rondar por los alrededores de la cabaña.

Pasados otros seis meses el malvado se apareció intempestivamente le dijo a Nara:
"Ven conmigo, es la última vez que te lo pido. Si no vienes convertiré a tu hija en un pájaro, que se quejará eternamente en el bosque y será tan arisco que nadie podrá verla; pues el día en que sea vista, el maleficio acabará tornándola a ser humano".

Pero Nara, en vez de ir con él, comenzó a gritar a grandes voces: "¡Coranke!, ¡Coranke!". El cacique llegó inmediatamente, temp1ó el arco y colocó la flecha enseguida, dispuesto a atravesar el corazón del Chullachaqui; pero este, desgraciadamente, había desaparecido en la espesura de la selva. Coranke y Nara corrieron hacia el lugar donde dormía su hijita pero encontraron la hamaca vacía. Desde el interior de la selva, escucharon por primera vez el lastimoso alarido: ¡Ay, ay, mama! que dió nombre al ave hechizada.


Fuente: Lectura es Vida
Editorial: Escuela Activa. S.A.

LA HUACHA Y EL ZORRO

Dos grandes compadres que se querían,quieren saber como terminaron?
Un zorro muy astuto, de poblada cola y de afilada uñas, juntó quinua y trigo en un tendal, con estos alimentos preparó una trampa en cuyas redes cayó una gran cantidad de aves. Las prisioneras aves fueron introducidas a un costal y las llevó vivas con dirección a su hogar para que sus cachorros aprendan a cazar al vuelo.
El galano zorro caminaba encorvado debido al peso que llevaba; y cansado de tanto esfuerzo, decidió dejar su costal en la casa de la huacha, que era su comadre espiritual. Ella era alta, de plumaje blanco, de patas coloradas y paraba en las orillas de la laguna.
El zorro, al ver a su comadre le dijo:
- Por favor, comadre, guárdeme este costal hasta mi regreso; pero eso sí, no vaya a abrirlo.
- No se preocupe compadre, vaya usted sin cuidado. El zorro agradecido partió alegre a echarse una siesta dejando su pesada carga.

La huacha, muy curiosa, desató el nudo del costal y de pronto salieron intempestivamente gaviotas, zorzales y gorriones, quedando el saco completamente vacío.

Entonces desesperada y nerviosa daba graznidos lastimeros; corriendo de esquina a esquina, lamentándose de su desgracia, temiendo la venganza de su compadre. Estando ya tranquila, se le vino una excelente idea y decidió llenar el costal de espinas, las cuales cubrió con hierbas y plantas

Tres horas después regresó el zorro y al no encontrar a su comadre, se puso el costal al hombro y comenzó a duras penas a avanzar con dirección a su casa; pero conforme avanzaba sentía la carga más pesada y duro hincones en su lomo.

El zorro exclamaba: “¡Ay, qué duras uñas tienen los pajaritos!”

La zorra y sus hijos le estaban esperando en el dintel de la cueva, éstos al verlo con su carga, se relamían el hocico por la suculenta cena que esperaban comer. Inmediatamente cuando el zorro entró a su cueva, la zorra y sus hijos se lanzaron a agarrar el costalillo pero recibieron terribles hincones.
El zorro tiró el saco a suelo y ordenó a toda su familia que tapasen todas las entradas para que no escapasen las aves que había cazado y cuando él dé la orden se abalancen sobre el costal. Vació el contenido del saco al suelo y ordenó que sus familiares prestamente se tirasen sobre él. La sorpresa que se llevaron los zorros fue tremenda, sus hocicos y patas estaban prendidos de espinas, los zorros daban gritos lastimeros de dolor. Todos maltrechos y hambrientos pasaron la noche
El zorro sumamente irritado pensaba en vengarse en la huacha. Después de dos días fue donde ella y al acercarse para pedirle nuevamente por favor un encargo la huacha de un salto llegó a la playa. El zorro después de revisar la casa de ella se dirigió a la orilla de la laguna y le pidió que salga y le guarde el encargo, pero ella no le hizo caso porque sabía que los verdaderos propósitos del zorro, era comérsela.
El zorro lleno de ira, decidió desaguar la laguna. Para ello comenzó a rascar la tierra con su hocico y uñas; pero pronto desistió porque se le gastaron las uñas; pero pronto desistió porque se les gastaron las uñas y se encontraba agotado. Entonces, resolvió beberse toda el agua de la laguna; bebió y bebió… empezó a hincharse cada vez más y después explotó el pobre zorro que murió por vengativo.

Fábula de Adolfo Vienrich, folclorista peruano (1867 - 17908)

LOS TRES REYES

que maravilloso regalo...
¿Conocen ustedes el maravilloso mundo de las estrellas? En una estrella azul, limpia y brillante, vivían los reyes Baltasar, Melchor y Gaspar. Allí tenían un palacio, con parque y jardines multicolores, una fuente de pececillos dorados que sabían cantar, y un arroyo cristalino de aguas rosadas.
Era largo el camino de los tres reyes debían hacer para llegar a la tierra, por eso emprendieron la marcha con anticipación y cargaron sus alforjas… ¿Con qué? Pues, con hermosos regalos que ellos, mismos habían fabricado: canastas de ilusión, bolsas de esperanzas, cajas de amor, estuches de amistad, paquete de optimismo, y muchos, muchos caramelos de cariño.
¡Qué cargamento tan extraño!, dirán ustedes: pero es que los Reyes Magos miran desde; sus estrellas cada año y saben qué es lo que faltan en la tierra… y eso fabrican en sus talleres mágicos.
Pues bien, salieron esta vez tan cargados y apurados que la nube rosada que los transportaba les dijo muy suavemente, para que ellos no se enojaran:
- Este año, ¡qué cargados van!... No me quejo por el peso, pero, ¿Podrían decirme que es lo que llevan?
- ¡Cómo no! Falta tanto amor en la tierra, tanta comprensión, tanta amistad, que es eso que lo fabricamos y llevamos a los terrestres.
Conforme con la explicación, la nube siguió su viaje con la preciosa carga, el camino se hizo más corto, porque la nube apresuró su carrera, sabiendo que eso alegraría a los señores Reyes Magos… Por fin, estos bajaron por las calles de todas las ciudades. Se paraban a escuchar las conversaciones de los hombres, de las mujeres y de los niños.
Se detuvieron a leer los diarios… y, luego de un largo recorrido, se sentaron a la sombra de un árbol. Los tres estaban pensativos. El primero en hablar fue Baltasar:
- ¿En qué piensas, hermano Rey Mechor?
- ¿Y tú hermano Rey Gaspar?
- Pienso en que la gente más amor, mas paz…
- Si, es cierto. ¡Hemos preparado pocos regalos!
Todas las ventanas estaban abiertas. Todos los zapatos colocados. Y los Reyes Magos cumplieron con su generosa misión. Nadie quedó sin regalo, pero… ¿procuraremos todos nosotros que el año próximo no tengan tanto trabajo los tres reyes?
Autora: Maruja Bagnat

EL POSTRE DE LÚCUMA

Este cuento va para todas la mujeres... y también para los varones ;)
Micaela y su familia vivían en Tongorrape, un pueblo cerca de Chiclayo.
Micaela tenía dos hermanos y tres hermanas, todos menores que ella. Su padre había muerto años atrás. Su madre trabajaba en el mercado del pueblo. Lamentablemente, el dinero que ganaba no alcanzaba para alimentar a sus hijos.
La mamá de Micaela pensaba que la solución a sus problemas era vender la única vaca que poseían.
Una mañana, mientras Micaela ordeñaba la vaca en el establo su hermano Jorge entró apresurado.
- ¡Micaela, han colocado un cartel grande en plaza! No sé lo que está escrito, pero la toda la gente del pueblo dice que es algo importante.
La joven salió del establo y corrió hacia la plaza. Jorge salió detrás de ella.
Al día siguiente, Micaela preparó el postre de lúcuma, lo colocó en una fuente y lo llevo a la municipalidad.
- No puedes entrar. No se permiten mujeres en el concurso – dijo el vigilante que cuidaba el ingreso de los participantes.
- ¿Qué quiere decir? – preguntó Micaela, molesta.
- Sólo hombres. Todo el mundo sabe que los grandes cocineros del mundo son los hombres – respondió el vigilante.
Micaela sintió ganas de llorar. Entonces se le ocurrió una brillante idea. Fue rápidamente a su casa, se cambió el vestido por la mejor camisa y el mejor pantalón de uno de sus hermanos, y ocultó sus trenzas debajo de un gorro.
Cuando regresó a la municipalidad, el vigilante dudó por un momento, pero finalmente la dejó entrar.
Y llegó el momento decisivo. El alcalde probó todos los platos, pero ninguno lograba borrarle el ceño fruncido. Entonces, probó el postre de lúcuma de Micaela.
Micaela contuvo la respiración y pensó en tres vacas nuevas y suficiente leche para sus hermanos.
- ¡excelente! ¡delicioso! – exclamó el acalde.
- Gracias, señor – dijo emocionada Micaela.
El vigilante, al escuchar la suave voz de Micaela, confirmó su sospecha. Se acercó a la joven y le quito el gorro para que la descubrieran.
- ¡Arresten a esta impostora! – dijo
- - ¡No nos precipitemos! – exclamó el alcalde.
- Pero, señor, no puede tener una mujer como cocinera – insistió uno de sus asesores -. Todo el mundo sabe que los mejores cocineros son hombres.
- Quizá lo que todo el mundo sabe no siempre es cierto. Esta joven ha preparado el mejor postre de todos. Ella será la ganadora y estoy seguro de que dejará en alto el nombre de Tongorrape en el concurso Nacional de Cocinero. ¡Háganlo saber a todos!

Cuento Popular

EL ORIGEN DEL RÍO AMAZONAS

Quiero compartirle esta lectura del origen del río amazonas
Hace muchísimo años había muy poca agua en la selva, pues todavía no existían los ríos, ni los arroyos, ni las lagunas y apenas llovía.
Por aquel entonces Vivian en la selva dos hermanos mellizos con sus abuelos. El único que sabía de dónde extraer el agua era el abuelo pero a nadie le decía.
Todas las mañanas el abuelo les hacia cargar cantaros llenos de agua hasta la casa para que la abuelita pudiese cocinar. Pero un día cansados de cargar agua, los mellizos decidieron averiguar de dónde la sacaba el abuelo.
El mayor de los hermanos se convirtió en picaflor y siguió al abuelo cuando se fue a bañar. Vio entonces que un gran chorro de agua salía de un árbol muy frondoso llamado lupuna. ¡Por fin había descubierto el secreto del abuelo!
Entonces los hermanos reunieron a todos los animales de la selva para que los ayudasen a cortar el árbol.
Todos aceptaron, y después de un día de trabajo, cuando faltaba muy poco para que la lupuna cayese a tierra, decidieron ir a descansar. Pero a la mañana siguiente encontraron el árbol sano y entero.
El segundo día y tercer día sucedió lo mismo. El árbol siempre aparecía entero al amanecer, como si no le hubiesen hecho nada.
Entonces, cuando otra vez el árbol estaba casi talado, el menos de los hermanos se convirtió en alacrán y pico al abuelo en el dedo gordo del pie.
El inmenso árbol cayó al suelo y toda la selva retumbó.
El agua empezó a brotar en grandes cantidades, y el tronco del árbol se convirtió en un gran río. Sus numerosas ramas se transformaron en sus afluentes, quebradas y riachuelos. Las hojas y las espinas se convirtieron en diferentes peces, que actualmente viven en ríos de la selva.
Y así dicen que nació el río más caudaloso del mundo y el más largo de América: el gran rio Amazonas
Leyenda Amazónica.

EL MITO DEL DILUVIO

:) Entérate cuales son los hecho de camello y su dueño ¿Qué pasó con ellos?
En tiempos muy antiguos, el mundo estaba por acabarse. Una llama, sabiendo lo que sucedería, no comía y se lamentaba, como si sufriera mucho.
Su dueño se enojó con ella, porque la estaba haciendo pastar en un lugar donde la hierba era muy buena. Entonces la llama se puso hablar como un ser humano. “¡Nos sabes lo que va a pasar! Dentro de pocos días, va a llover tanto que el mar se va a desbordar; entonces el mundo entero se acabará”, le dijo.
El hombre se espantó. “¿Qué será de nosotros? ¿Adónde iremos a salvarnos?”, dijo. La llama respondió: “Vamos al cerro de Huillcacoto, ahí nos salvaremos. Lleva suficiente comida para cinco días”.
Entonces, sin tardar, el hombre se fue llevando él mismo la llama y su carga. Cuando llegó al cerro de Huillcacoto, todos los animales ya lo habían ocupado. Tan pronto como el hombre llegó, el mar se desbordó. Cuando todos los cerros estaban inundados, sólo la puntita del Huillcacoto no fue cubierta por el agua.
Después de cinco días, las aguas empezaron a bajar de nuevo a secarse. Así el mar se retiró, después de exterminar a casi todos los hombres.
Entonces, la humanidad comenzó a multiplicarse de nuevo. Por eso existen todavía los seres humanos. Nosotros los cristianos consideramos que este relato se refiere al tiempo del diluvio. Ellos atribuyen su salvación a Huillcacoto.
Fuente: Manuscritos de Huarochirí.

DE NADA - GRACIELA ALBORNOZ

Como aprender a decir la palabra mágica "Gracias"
Carolina no sabía decir “gracias”
- ¿Cómo se dice? – le preguntaba su abuela cuando le hacia un regalo y Carolina no sabía que decir.
La mamá era más directa:
- Di “gracias” – le decía cada vez que su hija se olvidaba, es decir siempre.
El papá le pedía:
- Dime la palabra mágica.
Entonces, carolina decía “abracadabra”, “ábrete sésamo”, pero no un gracias.
Cuando la profe enseño la letra “g”, los chicos de la escuela notaron que a Caro le faltaba esa palabra.
Decidieron salir, cada uno con su bolsa, a buscar muchas gracias.
Juan fue a la tienda que queda en la cuadra de su casa. A una señora se le cayó la moneda.
Juan se la alcanzó y mientras decía: “de nada”, guardó en la bolsa el gracias que le dio la señora.
Sebastián fue a comprar papel. Al llegar a la esquina, un hombre con bastón blanco le pidió ayuda para cruzar la calle. El semáforo se puso verde y los dos cruzaron con cuidado.
- Gracias – dijo el señor
- De nada – respondió Sebastián y guardó el gracias en su bolsa.
Andrea juntó un gracias al correr tras una señora para alcanzarle el zapatito caído de su bebé.
Mariela le cedió el asiento del bus a una abuelita y recibió un gracias que guardó en su bolsa.
Otros gracias recibieron los niños que ese día tendieron las camas y lavaron los platos.
Cuando cada uno tuvo un gracias, los juntaron todos en una bolsa grande, le ataron un lazo rojo y se la dieron a Caro.
Carolina, como siempre en silencio, abrió la bolsa, y al ver que había dentro, exclamó:
- ¡Muchas gracias!
- De nada – respondieron sus compañeros.
Dar las gracias nos hace sentir tan bien como recibirlas.
Autora: Graciela albornoz

EL ECLIPSE

Buena literatura
Cuando fray Bartolomé Arrazola se sintió perdido, aceptó que ya nada podría salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo había apresado implacable y definitivamente. Ante su ignorancia topográfica se sentó con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir allí sin ninguna esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en España distante, particularmente en el Convento de los Abrojos…
Al despertar se encontró rodeado por un grupo de indígenas de rostro impasibles que se disponían a sacrificarlo ante un altar que Bartolomé le pareció como un lecho en el que descansaría, al fin, de sus temores, de su destino, de sí mismo.
Tres años en el país le habían conferido un mediano dominio de las lenguas nativas. Intentó algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreció en él una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristóteles. Recordaba que para ese día se esperaba un eclipse total y el sol. Y dispuso, en lo más intimo, valerse de aquel conocimiento para engañar a sus opresores y salvar la vida.
- Si me matáis – les dijo -, puedo hace que el sol se oscurezca en su altura.
Los indígenas lo miraron fijamente y Bartolomé sorprendió la incredulidad en sus ojos. Vio que se produjo un pequeño consejo, y espero confiado, no sin cierto desdén.
Dos horas después el corazón de fray Bartolomé Arrazola chorreaba su sangre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz del sol eclipsado), mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirán eclipses solares y lunares que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles.
Autor:Augusto Monterroso

LA SANDALIAS DEL MENSAJERO

Excelente cuento :)
Hace muchos años vivió en el Perú un mensajero llamado Hualachi.
Este joven tenía un gran problema: como tenía un buen corazón, se entretenía por el camino, ayudando a las personas necesitadas, y nunca llegaba a tiempo para entregar sus mensajes.
Un día, su patrón lo despidió. Desalentado, se sentó al pie del camino y comenzó a la lamentarse. De pronto, una luz cegadora brilló en el cielo y le dijo:
- Hualachí, yo premiaré tu bondad. A tu lado tienes unas sandalias con las que podrás correr a la velocidad de un relámpago. Preséntate ante tu patrón y ruégale que de una última oportunidad.
El joven así lo hizo, y el patrón lo puso a prueba.
- Correrás con mis tres mensajeros mas rápidos – le dijo-. Tendrán que pasar por muchos pueblos y será fácil que encuentres a personas necesitadas. ¡Veremos si te entretienes o no!
Al día siguiente, los mensajeros tomaron la salida. Unos segundos después, vieron que Hualachi atravesaba el espacio como una centella. El muchacho entregó el mensaje, recogió la respuesta y regresó, en menos de lo que canta un gallo, ante su patrón. Este quedó convencido de que Hualachi era su mensajero más rápido, y volvió a confiar en él.
Y así, gracias a sus sandalias mágicas, Hualachi llevaba mensajes con sorprendente rapidez a los lugares más alejados. ¡Y todavía disponía de tiempo para ayudar a las personas necesitadas!
Cuento Popular Peruano.

EL ZUMBAYLLU - José María Arguedas

Encontré esta literatura de Jose Maria, está muy interesante.
La terminación quechua yllu es una onomatopeya. Yllu representa la música que producen las pequeñas alas en vuelo, música que surge del movimiento de objetos leves. Se llama tankayllu al tábano zumbador e inofensivo que vuela en el campo libando flores. No, no es un ser malvado. Los niños que deben su miel sienten en el corazón, durante toda la vida, como el roce de un tibio aliento que los protege contra el rencor y la melancolía.
En los pueblos de Ayacucho hubo un danzante de tijera que ya se ha hecho legendario. Bailó e hizo proezas en las vísperas de los días santos; tragaba trozos de acero, se atravesaba el cuerpo con agujas; ese danzak´se llamó Tankayllu.
Pinkuyllu es el nombre de la quena gigante que tocan los indios del sur durante las fiestas comunales. El pinkuyllu tiene una voz grave y extraña, que ofusca y exalta. Los indios desafían la muerte mientras lo oyen. Ninguna música llega más hondo al corazón humano.
¡Zumbayllu! Ántero trajo el primer zumbayllu al colegio. Los alumnos pequeños lo rodearon.
- ¡Vamos al patio, Ántero!
Palacios corrió entre los primeros. Saltaron el terraplén y subieron al campo de polvo. Iban gritando:
- ¡Zumbayllu, zumbayllu!
Yo los seguí ansiosamente, ¿Qué podía ser el zambayllu? ¿Qué podía nombrar esa palabra cuya terminación me recordaba bellos y misteriosos objetos?...
Yo recordaba al gran Tankayllu, el danzarín cubierto de espejos, bailando a grandes saltos en el atrio de la iglesia. Recordaba también al verdadero tankayllu, el insecto volador que perseguíamos entre los meses de abril y mayo. Pensaba en los pinkuyllus que había oído sonar en los pueblos del sur.
Yo no pude ver el pequeño trompo ni la forma como Ántero lo encordelaba. Me dejaron entre los últimos, cerca de Añuco. Sólo vi que Ántero, en el centro del grupo, daba una especie de golpe con el brazo derecho. Luego escuché un canto delgado.
Bajo el sol denso, el canto del zumbayllu se propagó con una claridad extraña; parecía tener un agudo filo. Todo el aire parecía estar henchido de esa voz delgada, y también toda la tierra, ese piso arenoso del que parecía brotar.
- ¡Zumbayllu, zumbayllu!
Hice un gran esfuerzo, empuje a otros alumnos mas grandes que yo y pude llegar al círculo que rodeaba a Ántero. Tenía en las manos un pequeño trompo. La esfera estaba hecha de un coco de tienda, de esos pequeñísimos cocos grises que vienen enlatados. La púa era grande y delgada. Cuatro huecos redondos, a manera de ojos, tenía la esfera. Ántero encordeló el trompo, lentamente, luego lo arrojó. El trompo, se detuvo un instante en el aire por sus cuatros ojos, vibrando como un gran insecto cantador.
El canto del zumbayllu se internaba en el oído, avivaba en la memoria la imagen de los ríos, de los arboles negros que cuelgan en las paredes de los abismos.
Ántero miraba el zumbayllu con un detenimiento contagioso. Así atento, agachado, Ántero parecía asomarse desde otro espacio.
- ¡Quiero ver si tú puedes manejarlo! – dijo, entregándome el trompo.
Lo encordele, lo lancé hacia arriba. El cordel se deslizó como una culebra entre mis manos. Pero la esfera se detuvo en el aire, enderezó la púa y cayó, lentamente.
- ¡Sube, winku! – gritó Ántero.
El trompo apoyó la púa en un andén de la piedra más grande, sobre un milímetro de espacio. La piedra era redonda y no rozaba en ella la púa.
¡Mira Ernesto! - me dijo Ántero -. No va a la montaña, sino arriba. ¡Derechito al sol! Ahora a la cascada, winku ¡Cascada arriba!
El zumbayllu se detuvo y cambió de voz.
- ¿Oyes? – dijo Ántero-. ¡Sube al cielo, sube al cielo! ¡Con el sol se va mezclar!
Cuando empezó a bajar el tono del zumbido, Ántero levantó el trompo. Me miró fijamente.
- ¡Guárdalo! – me dijo -. Lo haremos llorar en el campo, o sobre alguna piedra grande del río. Cantará mejor todavía.
Lo guardé en el bolsillo. Lo examiné despacio con los dedos. Era de verdad winku, es decir, deforme, sin dejar de ser redondo, y layk’ a, es decir, brujo, porque era rojizo con manchas difusas. Por eso cambiaba de voz y de colores como si estuviera hecho de agua.
- Si lo hago bailar, y soplo su canto hacia la dirección de Chalhuanca, donde está mi padre, ¿llegaría hasta sus oídos? – le pregunté.
- ¡Llega, hermano! Para él no hay distancia. Entantes subió al sol. Y su canto no se quema ni se hiela. Tu le hablas primero en uno de sus ojos, le das tu encargo, le orientas el camino, y después, cuando está cantando, soplas despacio hacia la dirección que quieres, donde está tu padre y sigues dándole tu encargo. El zumbayllu canta al oído de quien te espera. ¡Haz la prueba ahora, al instante!
- ¿Yo mismo tengo que hacerlo bailar?
- Si. Debe ser el que quiere dar el encargo. Háblale bajito – me advirtió.
Puse los labios sobre uno de sus ojos.
“Dile a mi padre que estoy resistiendo bien – le dije -; aunque mi corazón se asusta, estoy resistiendo. Y le darás tu aire en el frente. Le cantarás para su alma”.
Lo encordelé cuidadosamente, y tiré la cuerda.
- ¡corriente arriba del Pachachaca, corriente arriba! – grité.
El zumbayllu cantó fuerte en el aire.
- ¡Sopla! ¡Sopla un poco! – exclamó Ántero.
Yo soplé hacia Chalhuanca, en dirección de la cuenca alta del gran río.
Y el zumbayllu cantó dulcemente.
José María Arguedas.

LA ZORRA Y EL CANGREJO DE MAR

Siempre piensa antes de actuar
Queriendo mantener su vida solitaria, pero un poco diferente a la ya acostumbrada, salió un cangrejo del mar y se fue a vivir a la playa. Lo vio una zorra hambrienta, y como no encontraba nada mejor para comer, corrió hacia él y lo capturó.
Entonces el cangrejo, ya listo para ser devorado, exclamó:
- ¡Merezco todo esto, porque siendo yo animal del mar, he querido comportarme como si fuera de la tierra!
MORALEJA: Si intentas conocer terrenos desconocidos, toma primero las precauciones debidas
VALOR ALENTADO: La previsión.
Fuente: Fábulas ejemplares de Esopo

LA ZORRA Y LA CARETA VACÍA

No se dejen de llevar por las apariencias
Entró un día una zorra en la casa de un actor, y después de revisar sus utensilios, encontró entre muchas otras cosas una máscara artísticamente trabajada.
La tomó entre sus patas, la observó y se dijo:
- ¡Hermosa cabeza!
Pero que lastima que no tiene sesos.
MORALEJA: No te llenes de apariencias vacías. Llénate mejor siempre de un buen juicio.
VALOR ALENTADO: El raciocinio y la conciencia.
Fuente: Fábulas ejemplares de Esopo

LA ZORRA Y EL CUERVO GRITÓN

esta fábula está hecho para las personas floreras, jajaja... les gustará
Un cuervo robó a unos pastores un pedazo de carne y voló a un árbol. Lo vio una zorra, que deseando apoderarse de la carne empezó a halagarlo, elogiando sus elegantes, proporciones y su gran belleza, agregando que no había encontrado a nadie mejor dotado que él para ser el rey de las aves, pero que lo afectaba de que no tuviera voz.
El cuervo, para demostrar a la zorra que no le faltaba voz, soltó la carne para lanzar con orgullo fuertes gritos. La zorra, sin perder tiempo, cogió la carne y le dijo:
- Amigo cuervo, si además de vanidad tuvieras entendimiento, nada más te faltaría para ser el rey de las aves.
MORALEJA: Cuando te adulen, es cuando con más razón debes cuidar tus bienes.
VALOR ALENTADO: La capacidad de rechazar las lisonjas.
Fuente: Fábulas ejemplares de Esopo

LA LEYENDA DEL HUASCARÁN Y HUANDOY

Ayer me enteré de esta magnifica leyenda de amor, que estoy seguro que les moverá el corazón :)...
Hace muchos años, una poderosa tribu se asentaba en las faldas de la cordillera. Era gobernada por un cacique benévolo.
El cacique deseaba que su hija Huandi se casara con un monarca del reino vecino, pero la princesa mantenía amores secretos con Huáscar, uno de los más apuestos soldados de la guardia.
Una noche, la princesa fue a encontrarse con su galán, pero fue descubierta por uno de los servidores, que dio parte de este hecho a su señor.
Encolerizado el monarca, ordenó que fuera llevada ante él.
- Te prohíbo que ames a este hombre. Nunca más volverás a verlo – le dijo.
Los dos jóvenes decidieron salvar su amor y se fugaron. Pero pocos días después, fueron aprehendidos y llevados ante la presencia del cacique, de cuyos labios escucharon el castigo.
- ¡Átenlos a la cumbre más alta! – exclamó – No merecen mi perdón.
La princesa y su amado fueron atados frente a frente, en unas rocas que se encontraban en las cumbres más altas. Ahí sólo recibieron la inclemencia del frío y la nieve.
El sufrimiento les hizo derramar lágrimas en abundancia. Pero un día, el dios de los Huaylas se compadeció de ellos y los convirtió en dos soberbios nevados, que se levantaron desafiantes por encimas de las cordilleras.
La bella princesa Huandi quedó transformada en el Huandoy. Y el apuesto joven, en el Huacharan. Las lágrimas de los jóvenes dieron origen a numerosos torrentes que formaron hermosas lagunas, como la de Llanganuco, que se extiende a los pies de la cumbre más alta del Perú.
Y allí permanecerán siempre, como un eterno símbolo de amor imposible.
Fuente: Leyenda Prehispánica.

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