22/08/2010

AL PIE DE LA LETRA

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AL PIE DE LA LETRA - Tradición de Ricardo Palma

El capitán Paiva era un indio cusqueño, que se distinguía por su gigantesca estatura, musculo cuerpo y por su gran valentía en el campo de batalla. Gracias a su audacia y heroísmo había llegado a obtener el grado de capitán, pero de ese grado no ascendía al pie de la letra. El capitán Paiva era muy amigo del general Salaverry quien también desempeñaba el cargo de presidente del Perú.

Salaverry le tenía mucha estima al capitán Paiva y éste era su hombre de confianza. El general lo conocía desde la época en que él ingresó como cadete a la escuela de oficiales, para eso Paiva ya tenía el grado de capitán. Posteriormente, Salaverry, gracias de a su inteligencia, alcanzó el grado de general y Paiva siempre seguía en el mismo grado.

Una vez el general Salaverry quería meter a prisión a don fulano. Mandó llamar al capitán Paiva y le ordenó vaya a la casa del fulano, y pregunte por él y si no lo encontraba “allane su casa”. Él hizo como le ordenaron, preguntó por el referido sujeto; pero no le dieron razón de él, y ordenó a sus soldados que lo busquen por toda la casa. Al poco rato uno de sus soldados dirigiéndose al capitán Paiva le dijo:
- Señor, hemos buscado por todos los sitios y no se encuentra dicho individuo. Entonces el capitán recordó las palabras del general Salaverry y mandó a sus soldados que tumbasen todas las paredes de la casa. Luego se dirigió ante la presencia de Salaverry y le dijo:
- Orden cumplida mi general, no encontré al sujeto que usted me ordenó, pero su casa la dejé tan planita y llanita como la palma de mi mano, no queda ninguna pared en pie.

El general se volteó, se sonrió y dijo entre dientes: ¡Pedazo de bruto!
Salaverry tenía gran predilección por las letras y lo que él había querido decir era que lo busque por toda la casa; pero vaya con metáforas al capitán Paiva.

El general Salaverry tenía como barbero a Cuculí; este era un borracho, mujeriego, matón, guitarrista, sinvergüenza y, gracias a que conocía al general Salaverry desde pequeño, cometía abusos contra las personas. Iba a las cantinas, se tomaba las cervezas que quería, comía en abundancia con sus amigos y no pagaba la cuenta; agarraba a las mujeres que deseaba aunque estén con sus esposos o novios si éstos reclamaban, como era natural, recibían una paliza por parte de Cuculí. Se lo llevaban preso e inmediatamente llamaba al general Salaverry y mentía diciéndoles que le habían metido preso injustamente. El general le creía y ordenaba que lo soltaran.
Pero el general Salaverry enterado de las andanzas de Cuculí le dijo: - Mira, Cuculí, tú ya estás comportándote muy mal, un día me caliento y te mando fusilar.

Cierto día Cuculí había cometido una serie de fechorías y por tal motivo, fue llevado detenido a una comisaria. Enterado de esto, el general Salaverry llamó al capitán Paiva y el dijo: Vaya a la comisaría, saca a Cuculí y “lo fusila entre dos luces”. El capitán Paiva lo sacó de la cárcel y recordó las palabras del general Salaverry, buscó dos faroles y ordenó a su batallón de soldado:

- ¡Preparen!... ¡Apunten!... ¡Fuego! Las balas de los fusiles Máuser salieron raudas e impactaron en diferentes partes del cuerpo de Cuculí que rodó por el suelo.
Inmediatamente el capitán Paiva se dirigió donde Salaverry y le dijo:
- Orden cumplida mi general, hice como usted me ordenó, fusilé a Cuculí entre dos faroles.
Salaverry se volteó, soltó una lágrima y murmuró: ¡Pedazo de bruto! Sólo quería asustar a Cuculí, fusilarlo entre dos luces significa que lo mate al amanecer.
Desde ese día Salaverry decidió no darle ninguna orden de importancia a Paiva.

Cierto día, cuando los peruanos y bolivianos estaban peleando en Chacllapampa, ambos ejércitos estaba lejos y bien preparados con costales de arena, madera y muros de cemento, las balas de ambos bando apenas llegaban sin causar ningún herido. El capitán Paiva que estaba en el bando de los peruanos junto al general Salaverry le dijo:

- Mi general, las balas de los bolivianos apenas llegan a nuestras balas igual, estamos gastando municiones inútilmente, déjeme ir con diez lanceros y le ofrezco traer un oficial boliviano a la grupa de mi caballo.
El general Salaverry le contestó que no era preciso. Pero tanto insistió Paiva, que sus majaderías fastidiaron al general, quien cansado y molestó replicó.

- Déjame en paz. Haz lo que quieras. Anda y hazte matar.
Paiva escogió diez lanceros fuertes y valientes y con él a la cabeza, salieron a atacar a los bolivianos. En este ataque cayeron muertos tres soldados peruanos, pero el capitán Paiva, con el resto, derrotó al enemigo y regresó al campamento con un oficial boliviano en la grupa de su caballo. Al divisar el general Salaverry gritó Paiva:

- Mi general, mande tocar diana, todos los bolivianos están vencidos. Dejó caer al suelo el cuerpo del prisionero e inmediatamente cayó muerto. Tenía dos balazos en el pecho y uno en el vientre.
El general Salaverry lleno de tristeza murmuró: ¡Valiente bruto!

Tradición de Ricardo Palma, escrito peruano (1833 - 1919)

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